lunes, 16 de enero de 2012

Una carta sobre el Hay Festival *

Sidarzia, 20 de noviembre de 2032


SEÑOR:
JUAN CARLOS CÉSPEDES
CARTAGENA DE INDIAS

Estimado poeta:

Recibe un fuerte abrazo desde estas inhóspitas tierras literarias en esta parte del mundo. Cuando te dije que no te recomendaba viajar por acá, lo decía en serio. Imagínate que todavía por estos corredores de las letras estamos enfrascados en la guerra de los mil poemas, una especie de caricatura de la Patria Boba, que de por sí ya era una pantomima sólo para desahuciados intelectuales. No sé cómo estarán las cosas por allá por Cartagena, pues hace más de 20 años que tuve que ausentarme, ya que mi último libro de poemas no lo compró ni mi familia, y no quiero que pienses que era malo, simplemente no fue avalado por los gurús del país. ¿Tú crees que nuestro querido Gabo hubiera ganado el Nobel si se queda en Cartagena? ¿Qué crees que hubiera pasado con Germán Espinosa si no emigra? ¡Claro que sabemos la respuesta!

Cierto que es increíble, que siendo la Costa la cuna de los mejores escritores de Colombia, ¿nuestra tierra no esté a la vanguardia de los procesos literarios del país? A veces creo que los de las editoriales se hacen los pendejos, pues no pienso que lo sean. Hace más de 30 años un joven estudiante me preguntó por los nombres de los tres mejores escritores de Colombia, y yo respondí, sin que se me cayera una pestaña: Gabriel García Márquez, Germán Espinosa y Manuel Zapata Olivella. Y, carajo, ¡los tres son costeños! Ya tú sabes que los buenos escritores no mueren. Pero te puedes imaginar el remordimiento que me quedó al dejar por fuera a un monstruo como Héctor Rojas Herazo, casi le pedí ñapa al pelado para decirle que no podíamos dejar por fuera al hijo de Tolú, pero el vergajo me respondió que sólo eran tres, entonces le dije que se olvidará de mis palabras y se buscara a otro más valiente que yo.

Bueno, antes que digas nada, sé que en tu último correo me dices que las cosas han cambiado mucho. Pero para serte sincero, yo no veo cómo. Aquí tengo en mis manos la lista de escritores invitados al HAY FESTIVAL 2032 y ¡no aparece un solo costeño! ¡No joda, llave!, ¿si esto no es centralismo cultural implantado en nuestras propias narices, qué es? Es más, te puedo contar que en el Off Off Festival 2007, una vaina que se inventó Eparkio Vega para contrarrestar la invisibilización de los escritores de esta zona del país, me tocó acompañar al poeta Alvarino a un recital a una biblioteca pública perdida en los mapas de pobreza de la Cartagena que nadie quiere conocer. La figura central era un escritor egipcio, de cuyo nombre no quiero acordarme para hacerle justicia, a quien “generosamente” los organizadores del Hay Festival prestaron para democratizar la cultura. Bueno, te cuento que los únicos espectadores fueron una manada de mosquitos hambrientos de sangre, unos viejitos ―a quienes hicieron entrar ¡sabrá Dios bajo qué pretexto!—, los cuales no aguantaron los primeros versos en árabe y quedaron profundamente dormidos.

En realidad, yo admiro tu positivismo, siempre creyendo que las cosas van mejorando, que se van dando pasos seguros hacia el reconocimiento de nuestra Costa como crisol inagotable de talentos en poesía, cuento y novela. A veces hasta logras contagiarme un poco. Ahora hay una gran cantidad de talleres literarios donde se forman y perfeccionan las nuevas voces del Caribe.

Hace mucho tiempo se hablaba de grupos como el de Cartagena, por llamarlos de alguna forma, porque eran más producto del azar que de un deseo real por formar una colectividad. Así tuvimos a un Clemente Manuel Zabala (el del temible lápiz rojo de quien hablara García Márquez), Héctor Rojas Herazo, Gustavo Ibarra Merlano (el poeta que nunca se asumió y quien llevó a Gabo al gran mundo de los griegos), Ramiro de la Espriella y el propio Gabriel, quien hacía sus primeros tirabuzones desde las páginas del periódico El Universal. Después el famoso grupo de Barranquilla, muy parecido al primero que te mencioné, integrado por Álvaro Cepeda Samudio, José Félix Fuenmayor, Germán Vargas, Alejandro Obregón, Ramón Vinyes ―inmortalizado como “el sabio catalán” en las páginas de Cien Años de Soledad— y por supuesto, el propio García Márquez, quien se había trasteado a la capital del Atlántico a trabajar en el
diario EL Heraldo. Y fíjate la gran cantidad de figuras paridas en las entrañas de nuestra tierra.

No había facultades de literatura en las universidades, ni editoriales poderosas, ni talleres literarios, ¡pura tertulia, mi hermano! Qué tal si te menciono a Jorge Artel, Luís Carlos López, Candelario Obeso, Miguel Rasch Isla y tantos otros, quienes siendo monumentales, sólo fueron reconocidos entre nosotros cuando fueron confirmados por los “eruditos” del interior.

Tú mismo me dijiste, cuando fuimos miembros del taller literario La Urraka, que el problema era la falta de solidaridad, el exceso de individualismo, los mezquinos recursos económicos destinados para la cultura, y el brutal complejo de pensar que los escritores de otras fronteras, de nombres extraños e idiomas distintos son mejores que nosotros. Y antes que te preguntes de qué vivo, te responderé que de milagro. Dando clases de español mal pagadas, con curas que te vigilan para que no hables de algunos autores perniciosos; de ganarme de vez en cuando algún concurso literario, de esos que no están arreglados por las editoriales para vender a sus autores “premiados”. Y para qué te digo que los recitales no los quieren pagar. Pero los dos sabemos que no es que la poesía no sirva para nada, es que, simplemente, como las cosas grandes, no tiene precio.

¿Te acuerdas de los muchos talleres que hubo en Cartagena? El Candil, dirigido por el profesor Felipe Santiago Colorado; Taller Bestiario, creado por Francisco Angulo; el Taller Siembra, de Martín Salas; y no creas que olvido nuestra Urraka. Es que la literatura del Caribe es una fuerza descomunal, es un animal de paso grande que es imposible detener. Ahora mismo, se están recogiendo los frutos sembrados por los talleres literarios. Ya son más los que pueden vivir de las letras, modestamente, pero viven de lo que saben hacer. Atrás quedaron los tiempos de los vividores del arte de la palabra.
Pero ¿por qué después de tantos años los escritores del Caribe siguen asombrando a los lectores del mundo? Sencillo, los que han sido fieles a las raíces y tradiciones, los que están orgullosos de nuestra identidad cultural, los que se han tomado en serio el oficio de la literatura, los que no imitan, los que son auténticos, siempre tendrán en nuestras tierras material abundante para la creatividad y la desmesura.

No sé si te acuerdas del problema que tuve con aquel viejo cacique de la literatura, cuando le reclamé, reconozco que de mala forma, el daño que le estaba haciendo a un gran número de escritores jóvenes al querer formarlos a su imagen y semejanza. Clonarse él, para ser más exacto. Yo le espeté que la idea del maestro en literatura es ayudar a que los nuevos creadores encuentren su propia voz, su propio camino. Todo imitador es terriblemente mediocre. En Sucre, por ejemplo, el patio de Rojas Herazo es único, cualquiera que se meta en ese patio sagrado, se perderá. Cada cual tiene su propio patio, su propio río, su imaginario. Sólo si se es consecuente con lo que somos, podremos ser originales. Este es el gran secreto de la literatura.

Me aseguraste alguna vez que escritores como José Luís Garcés, Roberto Burgos Cantor, Rómulo Bustos, David Sánchez Juliao, Ramón Illán Bacca, y otros que no alcanzó a recordar, serían leídos como clásicos junto a Artel, Candelario Obeso, Germán Espinosa y Manuel Zapata Olivella. Tengo que aceptar que tenías razón y esto es de mucho orgullo para el Caribe.
Bueno, no quiero quitarte más tiempo con mis disquisiciones, pero uno necesita desahogarse con los amigos. En cuanto a mí, sigo haciendo poesía, que es mi razón de existir. No sé si mi nombre pueda estar alguna vez junto a esos maestros que mencioné, pero por lo pronto, me sobra voluntad y amor por las letras.

En el próximo correo, te haré llegar mi último libro, del cual ya he vendido algunos ejemplares. Lo que me indica a las claras que estamos progresando, pues ya pagué el arriendo con mi poesía.

Si te invitan a Sincelejo, me le dices a toda esa gente, que apoyen a sus escritores y poetas, que no esperen a que sean famosos y carátula de la revista El Buenpensante.

Sin más palabras por ahora, tu hermano del alma

Siddartha

* Ponencia leída en la Biblioteca del Banco de la República de Sincelejo

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