jueves, 26 de enero de 2012

Editorial de La Urraka N° 28

EL FACILISMO LITERARIO

Si hay algo que no deja de asombrarme, es ese deseo vehemente que tienen algunos escritores de ser famosos a como dé lugar. Pero creo que la situación se da peor en los poetas —aunque en verdad, la gran mayoría no lo son. Es un afán de salir en los periódicos, en revistas y en cuanto medio de comunicación les permita dar rienda suelta a su ego. Esto les faculta a abusar descaradamente de las redes sociales, saturando el ciberespacio con sus “poemas” diarios, sus corazones rotos y una gran sarta de banalidades absolutamente distantes de lo que es el arte de la literatura.

No se toman el mínimo trabajo de revisar lo que hacen, de dejar enfriar el “pan” de la creación, cuando ya están promocionando la cosecha de la noche inmediatamente anterior. El gran problema radica en que cualquiera que sabe escribir piensa que dando a conocer sus sentimientos y hacerlo en formato de poema clásico, es decir, en forma vertical, en verso, ya es por ello poeta, y si utiliza dos o tres metáforas “nerudianas”, uno que otro símil y cientos de lugares comunes, ni quien se lo aguante. Entonces viene lo bueno: Facebook, twitter para todo el mundo, porque así, creen erróneamente, los conocerán en la tierra entera. Pero olvidan algo fundamental, la calidad.

Pero la cosa no queda ahí, vienen los comentarios a la obra y “es maravilloso”, “qué cosa tan profunda” y un largo etcétera que es mejor no repetir. Definitivamente, si quieren saber su auténtico nivel artístico, deben mostrar su obra a quien no le tiemble la voz ni la mano para decir la verdad, pues no se trata de halagar falsamente, que es otra manera de mentir, sino ser asertivo con quien escribe y desea hacerlo a nivel profesional.

Otra cosa es que solo lo hagan como pasatiempo, en cuyo evento no habría problema alguno, pero es que terminan creyendo en verdad que están al nivel de Baudelaire, Rimbaud, Vallejo, Paz, Machado, y reclaman con soberbia el epíteto de poetas.
Veo en muchos de quienes se califican a sí mismos de poetas, una condición más propia de cantantes de música popular, actores y actrices de televisión, personajes de farándula, etc. Cómo explicarles que si han tenido dinero para hacer 20 libros, para viajar a cuanto festival existe, si han sabido aburrir a algunos amigos para que los publiquen en los suplementos de los diarios, nada de ello los hace escritores per se.

He observado en algunos talleres literarios, la decepción que experimentan algunos curiosos cuando se dan cuenta que hacer literatura no es tan fácil como parece a primera vista. Muchos no tienen la estamina necesaria y no vuelven más, o se dedican a otros menesteres, cuando no se les da por creerse talentos incomprendidos como Walt Whitman en sus comienzos, Ezra Pound o tantos otros genios solitarios de las letras mundiales.

La clave es el uso mesurado de la tecnología. Este breve escrito no está en contra del Facebook ni de ninguna otra red social, las cuales han demostrado su real importancia para desmontar regímenes corruptos como los de Egipto, Túnez, Libia, o el de adelantar campañas civiles como la realizada por los estudiantes universitarios de Colombia contra un proyecto de ley contrario al sentir popular.

Lo que pretendemos es darle más respeto a la literatura, menos apresuramiento por exhibir la obra y más sinceridad en la crítica. Las redes sociales son oportunidades valiosas para hacer literatura de la buena, pero sin escondernos detrás del concepto de lo subjetivo para mostrar cualquier cosa, esto de parte de quienes suben sus escritos, y de quienes opinan, la verdad, la sinceridad en el comentario y no temer que nos eliminen como amigos o seguidores. La literatura, tarde o temprano, a todo el mundo lo pone en su puesto, y las ayudas que nos hacemos para “triunfar”, la mayor de las veces hacen más daño que bien.

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