martes, 24 de enero de 2012

Editorial de La Urraka N° 22

INSPIRACIÓN Y TRABAJO

Siempre se ha debatido mucho entre escritores y poetas sobre la inspiración. Se podría decir, sin lugar a dudas, que también es tema de largas polémicas dentro de las otras ramas del arte. Y ello acontece porque ninguno de los dos bandos (los que la aceptan y los que la niegan) ha logrado convencer al otro con argumentos sólidos e irrebatibles. Pero a todas estas, hay una tercera vertiente (ecléctica), que acepta argumentos de las dos anteriores y trata de explicar la obra de arte desde su perspectiva.

El gran problema acontece cuando se pretende imponer la metodología o forma de elaboración de la obra de alguien a los demás, olvidándonos que el acto de creación es personalísimo. Lo que puede funcionar para mí, no tiene porque funcionar para otro. Así, cada quien tiene sus propios estados psicológicos, su disposición y capacidad de reacción, su carga emocional y vivencial, sus hábitos, sus motivaciones y tantas otras cosas que nos diferencian que sería muy dispendioso anotarlas todas.

Por eso yerran los que quieren hacer de la creación artística un movimiento social y político, ya que no tienen en cuanta la individualidad del artista, necesidad elementalísima, para la viabilidad de la obra.
El artista siempre estará solo en el proceso creativo, independientemente de que el resultado tenga una connotación social o individual.

Cada quien tiene su modus operandi: sea trabajando bajo inspiración (entendido esto como un estado especial del espíritu) u obligándose a hacerlo en determinado modo, tiempo y lugar.
Si hay quien niega la existencia del espíritu, es comprensible que rechace la inspiración; igual sucede con quienes no aceptan la existencia de la materia sin el espíritu, para ellos no deja de ser forma sin contenido.

En resumen, todo pasa por esa mal dada costumbre de imponernos sobre los demás, de no tener en cuenta al otro, de no aceptar sus diferencias, de creernos los dueños de la verdad. Nos llamamos civilizados, pero nuestros actos y palabras nos desmienten constantemente.

En conclusión: Debe importar más el resultado que el trabajo en sí. Y no quiere decir esto que el proceso creativo no sea importante. Lo es, en la medida en que sirva como información para entender la obra y para la crítica fundamentada.
Sí la inspiración funciona para alguien, bien. Si el trabajo hace lo mismo por otro, bien. Pero ¿qué es lo verdaderamente importante y esencial? La respuesta es una sola: La obra.

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